Sonar Guarinocito

Ana María Romano (artista) Katherin Arévalo (biologa ) y Liz Cuenca par local

Residencia de experimentación de sonido a partir de un entorno vivo asociado al Río Magdalena

Este formato de residencia hace parte de la vertiente curatorial Audible, la cual se pregunta por las formas cómo podemos llegar a escuchar al río Magdalena, tanto de manera física como simbólica, rastreando ciertas preguntas: ¿qué es lo que no estamos escuchando o percibiendo de este río? ¿qué nos dicen y qué le dicen al río las comunidades ribereñas que lo habitan?, y ¿por qué una gran parte de las sociedades modernas le damos la espalda tanto a los ríos como a otros cuerpos de agua?

En medio de esas preguntas está la residencia Sonar Guarinocito, en dónde una científica, una artista sonora y una persona local se encontraban en un espacio vivo ligado al río Magdalena. La científica es la bióloga marina Katherine Arevalo, la artista sonora es Ana María Romano y la par local es la antropóloga Liz Cuenca. 

La residencia toma el nombre de Sonar pues intenta emular el instrumento tecnológico de mismo nombre, el cual emite sonidos en un espacio determinado, la forma como se comporta el sonido en ese espacio es traducida a imágenes que determinan situaciones del lugar que se está analizando. El Sonar es justamente el instrumento de trabajo primordial para la bióloga invitada, quien tiene un gran trabajo de conservación de manatíes en el Magdalena Medio, un conocimiento que se expandió en términos de la concepción del sonido junto a la artista Ana María Romano conocedora de la materialidad del sonido, de sus fenómenos acústicos y de la forma como el arte ha convertido el sonido en elemento de creación. Liz Cuenca la antropóloga que fue par local de la residencia es oriunda de La Dorada, Caldas, ella a través de su experiencia territorial, y de su trabajo en procesos de memoria y de museografía aportó completamente a la inmersión en esta Laguna que hace parte del municipio La Dorada. Guarinó está equidistante a la Dorada, Caldas y a Honda, Tolima. 

La Laguna de Guarinó, también es conocida como La Charca de Guarinocito es un cuerpo de agua de apróximadamente ________ hcs, está conectada con el Río Magdalena a través de un brazo subterráneo y en ella hay un ecosistema riquísimo de variedad de aves, está rodeada por el cerro Golilludo. Llegamos ahí gracias a la invitación de la Universidad de Caldas para conocer el Centro de Innovación de Guarinó, que fue inaugurado recientemente, el Centro de Innovación y la Universidad de Caldas facilitaron que esta residencia pudiera ser posible. La Laguna y el Centro de Innovación fueron los espacios en los cuales las residentes desarrollaron sus acciones en un lapso de una semana. A través de entrevistas a pobladores de la zona, captar sonidos a través de grabadoras, hidrófonos y adentrarse en el conocimiento del Sonar se planteó un espacio de exploración sobre el sonido, sobre la relación de esta Laguna con la macrocuenca del Magdalena. Todo esto concluyó en un espacio de encuentro donde estudiantes, personas locales como guías turísticos y pescadores hicieron un recorrido sonoro rodeando una parte de la Laguna.  

Esta residencia hace parte tanto de la vertiente curatorial Audible curada por Yolanda Chois y Laura Rodríguez, como del componente de formación coordinado por Germán Escobar y Susana Baca. Fue apoyada por la Universidad de Caldas, coordinada a través de Laura Buritaca, apoyaron Mateo Quintero y Laura García Betancur.

 

Ana Romano

El trabajo interdisciplinar es retador, es desafiante para las estructuras arraigadas de los pensamientos y haceres disciplinares porque los pone en lugares inestables, de incertidumbre. También, de manera no tan evidente configura una provocación al sistema jerárquico en el que crecemos y se reproduce permanentemente. Quienes nos interesamos por trabajar de manera interdisciplinar solo tenemos la certeza de querer hacerlo, no sabemos a dónde llegaremos ni con qué terminaremos al final del camino. Políticamente, la interdisciplinariedad agrega algo y es que se estimula, al menos como punto de partida, la confianza, un bien que necesitamos

recuperar de las garras de las estructuras burocráticas; además, se alimentan posibilidades de adentrarnos en terrenos desconocidos que irrumpimos queriendo ensanchar nuestra mente, nuestras acciones, nuestras posibilidades de ser en el mundo. Los encuentros son fundamentales para intercambiar, conocerse, preguntarse, asombrarse, curiosear; los espacios interdisciplinares son misteriosos y no dan garantía de nada, no aseguran el éxito, pero si avivan las posibilidades de arriesgar por las posibilidades de construir colectiva y colaborativamente. La residencia SONAR, para mi, puso en evidencia esas estructuras que tenemos tan interiorizadas y tensionó desde la escucha esos modos de pensar y de hacer tan arraigados en las interacciones humanas. También, nos puso a sonar y escuchar colectivamente.

SONAR Y ESCUCHAR La residencia artística es una invitación ideal para crear porque entrega unas condiciones en las cuales nos podemos sumergir en un proceso/proyecto con la atención que necesita. Este espacio convocado por el 46SNA abrió encuentros muy especiales porque las fronteras entre las diferentes formas de vida se desdibujaron en términos de poder, estar en la Charca de Guarinocito me reafirmó en la importancia y la hermosura que es compartir esta casa grande con tantos otros seres. Para ello la escucha fue fundamental, re-conocernos en un espacio como ese desde una perspectiva alejada del antropocentrismo es algo que, sin duda, alimenta la creación y la vida misma.

Los materiales que entrego son registros de diferentes momentos de la residencia. Para poder establecer contacto con el territorio nos encontramos con personas que habitan la Charca y el pueblo. Conversamos y nos entrevistamos. Recorrimos la Charca y los bosques, varias veces, siempre en condiciones diferentes (diferentes horas del día, diferentes recorridos, en silencio, en conversación con los guías, etc). Hicimos recorridos sonoros en el pueblo y dialogamos con personas, al azar, sin tener previo conocimiento de que nos las encontraríamos. Tuvimos conversaciones entre nosotras y algo maravilloso es que no fuimos un grupo cerrado porque a lo largo de la residencia se fueron sumando personas al equipo, el grupo establecido inicialmente se ensanchó con estas nuevas presencias y, por lo mismo, se enriqueció el proceso/proyecto. El sonido es colectivo, depende de las condiciones de cada contexto y se entreteje con la diferentes experiencias personales.

Cada nuevo día en la estancia en Guarinocito fuimos construyendo un laboratorio de escucha, si bien sabíamos que íbamos a habitar ese territorio, fue importantísimo darle lugar a la sorpresa y a la curiosidad. La escucha condujo un proceso cuyo resultado solo conocimos al final, no trabajamos por los resultados sino con/por las Posibilidades.

 

Katherine Arevalo

Biologa Mcs, experta en conservación del Manatí en el Magdalena Medio

El sonido, no solo como un elemento de comunicación, nos permitió acercar tres disciplinas que, así como la misma naturaleza, confluyen en procesos inesperados, pero así mismo reales. Entender el qué, cómo y de dónde vienen las ondas sonoras (ciencia) pasa a un segundo plano cuando miramos el por qué y para qué (antropología) y comenzamos a sentirlas, disfrutarlas y transformarlas para interpretarlas (arte).  Todo este proceso apoyado de las imágenes obtenidas por fotografías de la gente, los paisajes, las especies, el interior de los cuerpos de agua -gracias a un sonar de barrido lateral- y mapas realizados por niños, adornó una corta estadía que le ha dado a la Charca de Guarinocito y su gente, tanto local como visitante, un sentido mágico, positivo, de fluidez y convivencia con la naturaleza que si bien no está libre de problemáticas ha encontrado en este lugar, un refugio de pesca y turismo que incentiva a los humanos a conectar con una parte especial de la cuenca del río Magdalena.

Personalmente ha sido un proceso transformador, donde tal como las aguas de los afluentes del río, se me ha llevado a recorrer territorios desconocidos, bajando la velocidad, detallando con los oídos, pero también con el corazón, y al final aumentando la corriente para integrar el proceso. Ha sido una invitación, que queda permanente, a vivir cada rincón de esta cuenca pasando del simple “oir” al “escuchar”, reconociendo los diferentes elementos que componen ese día a día que tanto intento conservar pero que poco se disfruta y se entiende desde la emocionalidad.  Infinitamente agradecida con todo el Salón Nacional de Artistas, a la cuenca del río Grande de la Magdalena y a mis compañeras residentes que lograron pese a mi terquedad romper las fronteras que solo mi mente me ha puesto.

Sobre el sonido

El sonido, más allá de permitirnos la comunicación auditiva a múltiples especies, ha logrado transformarse y romper las fronteras meramente auditivas para comunicar de otras formas, y en el caso de los sonares, ha mutado gracias a sus propiedades físicas como onda para lograr una comunicación también visual que nos permite entender lo que no podríamos ver. Es así como esta herramienta ha logrado que científicos, ejércitos y hasta pescadores deportivos puedan conocer lo que pasa en el mundo subacuático, permitiéndonos sumergirnos sin tener que mojarnos.

 

Lo que logra esta herramienta es permitirnos visualizar  los ecosistemas acuáticos, que podemos preservar con fotos y videos, al igual que cámaras fotográficas y grabadoras de sonido, siendo la unión de estos dos elementos para formar nuevos paisajes, una nueva forma de comunicación al final y al cabo, con nuestra casa, nuestros ecosistemas. Pero, innegablemente, no se podrá disfrutar de estas imágenes si no tienes en cuenta el contexto del lugar y momento, así como el paisaje sonoro que te da los demás elementos para entender, sentir e interpretar aquella nueva forma de comunicación sonora que conocimos con el sonar.

Créditos:  Archivos de audio: Ana María Romano

Vos e imágenes del sonar: Katerin Arévalo Colaboración y

Colaboración: Liz Cuenca

Registro fotográfico: Camila Malaver y Liz Cuenca